UN
ANCLA EN EL MÁS ALLÁ
Nuestro querido Papa Francisco
reflexionó en noviembre de 2020, sobre las tantas cosas feas que nos llevan a
la desesperación hasta creer que “todo será una derrota final, que después de
la muerte no habrá nada”. En esos momentos “vuelve la voz de Job: "sé que
mi Redentor está vivo y que, en el final, se levantará sobre el polvo y lo
veré, yo mismo, con estos ojos".
El Papa recordó también que
la esperanza, como dijo Pablo "no defrauda”: ella “nos atrae y da un
sentido a nuestra vida”.
“Yo no veo el más allá. Pero
la esperanza es el don de Dios que nos atrae hacia la vida, hacia la alegría
eterna. La esperanza es un ancla que tenemos del otro lado: nosotros,
aferrándonos a la cuerda, nos sujetamos. “Sé que mi Redentor está vivo y lo
ver”: repetir esto en los momentos de alegría y en los malos momentos, en los
momentos “de muerte”, por decirlo así”. (...)
El Señor nos recibe allí,
donde está el ancla. La vida en la esperanza es vivir así: aferrándose, con la
cuerda en la mano, fuerte, sabiendo que el ancla está ahí. Y esta ancla no
decepciona: no defrauda. Y porque “nunca podremos tener la esperanza con nuestras
propias fuerzas”, "debemos pedirla", reiteró el Papa, puesto que es
"un don gratuito que nunca merecemos: es dada, es donada. Es gracia".
Es el mismo Señor quien
"confirma esto", afirmó Francisco, recordando sus palabras: “Todo
aquel que me da el Padre viene hacia mí, y al que viene a mí Yo no lo echaré
fuera, porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad
del que me envió”.
En este día tan significativo
para todos los que conformamos esta Comunidad Educativa, elevemos nuestra
oración confiada por nuestros fallecidos: Hermanas, padres, madres,
estudiantes, directivos, docentes, no docentes, exdocentes, exalumnos y amigos
de nuestra familia gianellina. Que nuestra Madre del Huerto los cubra con su
santo manto, en presencia de su Divino Hijo, Amén.
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