miércoles, 19 de abril de 2023


19 de abril Bautismo de Antonio Gianelli

En el día del Bautismo de nuestro santo, los invitamos a recorrer pinceladas de su niñez, a través de los escritos de Salvador Garófalo, en su obra: “San Antonio Gianelli, Un gran obispo para una pequeña diócesis” de 1990.


“UN NIÑO ENCANTADOR”
El escenario de la infancia y de la primera juventud de Antonio Gianelli fue un rincón de la Liguria sita en los Apeninos, severa y casi salvaje. Nació y vivió hasta los dieciocho años en Cerreta, un pequeño arrabal de diecinueve casas y unos ciento veinte habitantes dependientes del municipio de Carro, que dista tres cuartos de hora de camino. Cerreta estaba encaramada a cuatrocientos veinte metros de altura sobre la ladera de la colina, en la región del Apenino ligur oriental. El territorio circundante se cultivaba según un sistema de terrazas o bancales: las típicas fajas arrancadas a un mar de piedra por el tenaz esfuerzo de los campesinos ligures. Hoy lo que sobrevive de Cerreta entre el verde intenso es la antigua iglesita y la casa de los Gianelli, sencilla y severa como entonces, compuesta de seis-siete piezas, algunas muy estrechas. La habitación en donde  vio la luz Gianelli conserva el pavimento y el techo de madera.
Los padres, Santiago Antonio y María de Toso, cultivaban alguna franja de tierra de su propiedad y los terrenos de una rica señora genovesa. Antonio fue el segundo de seis hijos, precedido por Juan y seguido de Vicente, Ana María, Dominica, que se retiró con las Agustinas de la Virgencita de Génova y Domingo. El padre era un hombre grave y honesto: “Bastaba decir Toño de Cerreta para dar a entender todo un caballero”, ha dejado escrito el sobrino don Santiago. La madre, una mujer religiosísima, sencilla y analfabeta. Tras la muerte del padre (23 de agosto de 1827), Gianelli, a la sazón arcipreste de Chiávari, confió a unos amigos que “la madre lo superaba en agudeza de ingenio en la misma proporción que el padre los superaba en el ejercicio de la caridad”. Una inteligencia natural, no rara vez más perspicaz que una mente atestada de cultura.




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