15 de septiembre: Bienaventurada Virgen María de los Dolores
El dolor, como espada cruel traspasa
en el Calvario el corazón de la virgen María, mientras el salvador del mundo,
clavado en la cruz libera a los hijos de Adán de la antigua condena y abre con
su sangre las puertas del reino. Al afrontar la muerte por nuestros pecados,
Cristo quiso asociar particularmente a su madre a la pasión redentora para que
impetrase a los hijos los frutos más copiosos del sacrificio.
Prefacio (MA II, 419)
Es Ella quien, con su
compañía, su fortaleza y su fe, nos da fuerza en los momentos de dolor, en los
sufrimientos diarios. Pidámosle la gracia de sufrir unidos a Jesucristo en
nuestro corazón, para así unir los sacrificios de nuestra vida a los de Ella y
comprender que, en el dolor, somos más parecidos a Cristo y somos capaces de
amarlo con mayor intensidad.