«Todas las generaciones
me llamarán bienaventurada porque el Señor ha hecho obras grandes en mí»
(Lc 1,
48-49)
«La Santísima Virgen María, cumplido el curso de su vida terrena, fue llevada en cuerpo y alma a la gloria del cielo, en donde ella participa ya en la gloria de la resurrección de su Hijo, anticipando la resurrección de todos los miembros de su Cuerpo» (CIC, 974).