lunes, 19 de abril de 2021


19 DE ABRIL ANIVERSARIO DEL BAUTISMO Y BEATIFICACIÓN DE SAN ANTONIO GIANELLI

El 12 de abril de 1789, domingo de Pascua, la campana de la iglesia de San Juan Bautista en Cereta de Carro Ligure, pueblo de Italia, invitaba a los fieles con su festivo repique al Sacrificio Eucarístico.

Los aldeanos, vestidos de fiesta, comenzaron a llegar. Pero una noticia turbó su paz y alegría. La esposa del sacristán Santiago Antonio Gianelli, María Tosso, estaba grave.

Durante la Santa Misa -celebrada en el altar de San Vicente Ferrer por voluntad de la enferma- las plegarias brotaban fervientes de todos los corazones, pidiendo por la madre y el hijo que debía nacer.

Al entonar el sacerdote el "Gloria en excelsis" se oyó un llanto de niño proveniente de una casa vecina. En ese momento había nacido Antonio María Gianelli; por eso lo llamaron "el hijo de la oración". Fue bautizado el domingo siguiente, 19 de abril.

Creció junto a seis hermanos en un hogar cristiano y austero, donde reinaba la obediencia, la piedad, el trabajo, la honradez, la paz, la alegría y la abnegación. Hogar en el cual la caridad tenía un lugar preferencial: donde, a pesar de la pobreza, siempre había pan para el más pobre.

A los cinco años, Antonio María repitió un sermón que había oído al párroco en la fiesta de San Juan Bautista por lo que consiguió el sobrenombre de "predicador".

A los diez años recibió la Primera Comunión con lo que se acrecentó el amor a Dios y la integridad de sus costumbres.

Todos los días se trasladaba a pie hasta la localidad vecina de Castello, donde recibió las primeras clases de gramática y latín. Su amor al estudio le valió el título de "emperador".

Ya jovencito, deseaba ingresar en el Seminario pero su pobreza no se lo permitía. Dios le salió al encuentro en la persona de la señora Nicolasa Assereto Vda. de Rebisso, quien fue su protectora y se lo llevó a Génova a descubrir su noble aspiración y el llamado del Señor. El 11 de noviembre de 1808 se convirtió en seminarista.

El crucifijo era su libre de cabecera, la Eucaristía su alimento y vida, la Virgen María, su madre y sostén. No estaba solo y siguió adelante. En setiembre de 1811 recibió el subdiaconado y, tiempo después, el diaconado. Ya podía predicar, revelándose a través de la predicación su deseo de salvar almas.

Tenía un trato exquisito, una cortesía encantadora, pero no ocultaba jamás su humilde origen. Antes bien lo ponía en evidencia cuando se presentaban al Seminario de Génova sus parientes pobremente vestidos y con las manos callosas.




Diseño CreAr Solutions