La celebración de Nuestro Señor Jesucristo, Rey
del Universo, cierra el Año Litúrgico en el que se ha meditado sobre todo el
misterio de su vida, su predicación y el anuncio del Reino de Dios.
El Papa Pío XI, en la primera encíclica de su
pontificado en 1925 (Quas Primas), decide
instituir esta gran fiesta para que todos los hombres recordemos
que Cristo Jesús es el Rey de toda la creación y, por lo tanto, rey de
nuestras vidas. Pío XI la instituyó el domingo anterior a la fiesta de todos
los santos, pero en 1970, se cambió al último domingo del Calendario Litúrgico.