miércoles, 22 de junio de 2016


San Antonio Gianelli nos enseña con qué espíritu debemos celebrar la novena de la Virgen del Huerto

Es Dios que dispone cada cosa; porque, como enseña el Evangelio, ni siquiera un pájaro vuela sin que el Padre lo quiera! Y por eso les digo, carísimos, que sólo por disposición divina estoy todavía entre ustedes, y puedo tener la alegría de guiarlos en esta novena en preparación a la solemne fiesta de la Virgen del Huerto.

Siento que esto es una gracia para mí y para ustedes: 
Una gracia para mí, porque tendré la oportunidad de empeñarme y reparar las faltas cometidas en el desempeño de mi ministerio entre ustedes, durante estos doce años; 
Una gracia para ustedes que ya  están convencidos que busqué siempre y sólo  su bien, y están dispuestos a escucharme, a caminar mejor en la fe cristiana.
               
Que María santísima nos obtenga esta gracia.

¿Cuál es el espíritu con que debemos celebrar esta novena?

Se trata de honrar a María, esperanza de todos los creyentes y especialmente de los pecadores. 
Se trata de honrar una de sus imágenes, reconocida como milagrosa, y como tal, coronada, y que cada día concede nuevas gracias y favores. 
Se trata de hacer memoria, de recordar y de anunciar a los peregrinos, la abundancia de las gracias y de la misericordia que aquí recibieron nuestros antepasados.
Se trata de celebrar su fiesta con gran alegría espiritual, y con grandes frutos para nuestra vida  de cristianos. 

“Bienaventurados aquellos que siguen mis caminos…”, dice la Iglesia atribuyendo a María las palabras del Eclesiástico.   No nos prepararemos bien a esta fiesta, si no ponemos en práctica estas palabras. 
Nosotros tenemos además otro motivo muy fuerte para prepararnos bien a esta fiesta: ¿ o se olvidaron ya de  los favores que nos obtuvo María, cuando hace tres años ,fuimos liberados de la peste, y por tres años consecutivos nos vimos libres de ese flagelo?, ¿o se olvidaron ya que la ciencia médica, a pesar de todos sus esfuerzos  no fue capaz de hacerlo retroceder?   ¿Se olvidaron de los estragos    que hizo en toda la Liguria y en casi toda Italia, el cólera, que también se asomó a nuestra ciudad con sus dardos de muerte?     Si no lo olvidaron, como espero,  tratemos de reflexionar sobre dos cosas importantes: 
cómo  la epidemia mortal, indomable, fue abatida y vencida por nuestro recurso a María del Huerto y nosotros nos vimos libres;
fuimos librados, sí, pero cada año de un modo diferente. 

El primer año bastó nuestro voto, nuestro recurso a María, y el morbo, ya cerca de nosotros, levantó vuelo y huyó aterrorizado, para posarse sobre las playas de la desolada Livorno. 
El segundo año, se acercó, rodeándonos por todas partes, y nos hizo comprender que, si María no nos hubiese protegido, sus flechas nos habrían golpeado como lo hicieron con otros.
El tercer año, se acercó más y la epidemia fue fatal para nosotros. Y en pocos días, en pocas horas, tuvimos que llorar algunos hermanos difuntos. Y esto, por qué? ¿Fue, acaso, María que no quiso frenar la peste? ¿Nos quitó su protección?.Fuimos nosotros, hermanos queridos, los que fuimos fríos en nuestro recurso a María, tibios en el creer y en el rezar…! 
El primer año fuimos todo fuego, votos, ofrendas. El segundo año  fuimos menos entusiastas en la expresión de nuestra devoción. Y el tercer año siempre más fríos como si no hubiese ocurrido nada.    La fe… solamente la fe pudo hacer esos  milagros! 
Dice la Sagrada Escritura: Sin la fe es imposible agradar a Dios y  la fe es la raíz de nuestra justificación. El que tiene fe se salva y el que no cree  se condena. 
Les hablaré,  no como habla el que quiere dar  catecismo o convertir a incrédulos, sino que les hablaré como a personas que creen, pero que deben perfeccionar la fe y hacerla crecer.  María me ayude en esto.
( …) en este tiempo en que todos hablan  de religión y de fe, es necesario decir ¡cuán  importante es custodiar la fe en su integridad y pureza!; el peligro de contaminarla se convierte en un riesgo para perderla. Por esto es necesario ser fieles a la Iglesia Católica, que en las cosas de la  fe es nuestra Madre y Maestra.
Además, es necesario agregar que la fe pura e íntegra, no es suficiente  para salvarnos:  La fe sin obras está muerta en sí misma… 
¿Qué les dice su corazón?  Su fe ¿es pura, viva, sincera, operativa? La mayor parte de los cristianos vive una  fe  fría, lánguida, al punto de parecer totalmente privados de ella.
Ustedes, por el contrario, ¿son de aquellos de los que la Escritura dice: “mi justo vive de la fe”?
Esta es la fe que María pide. Una fe  que guie cada una de nuestras acciones y cada uno de nuestras pensamientos, una fe que en nosotros sea evidente, de manera que los demás puedan decir: así se vive la fe!
Reflexionemos: 
.- Si la mujer que hizo pintar la imagen de María del Huerto, no hubiese tenido esa fe viva, que la llevó a considerar a María, como aquella que podía liberarla de la peste, por lo que la hizo pintar, teniendo en su mano, la mano bendiciente del Hijo y lo guía a  proteger a los que recurren a ella, ¿tendríamos este tesoro de fe y de arte?
.- Si no la hubiese honrado aquella otra  mujer y hubiese dejado destruir la pintura del muro de aquel huerto, ¿la tendríamos hoy nosotros?
.- Si el Descalzo no hubiese creído en la visión y no lo hubiera publicado y predicado, ¿sabríamos nosotros del amor de esta Madre? Felices ustedes que tuvieron fe…

¿Ven ahora qué importante es celebrar con fruto esta novena?  Tenemos un deber de gratitud por los bienes recibidos…  Tenemos el deber de pedir nuevas ayudas de las que podemos tener  necesidad. Por esto digamos con el corazón:

“María, Tú que eres nuestra Madre,
Tú que nos nutres y nos haces crecer,
dándonos los frutos de tu Huerto
y haciéndonos beber de la fuente de tu gracia,
haz que esta devoción
nos haga merecedores del paraíso,  del cielo,
para estar contigo para  siempre” Amén




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