SEMANA SANTA 6-12 DE
ABRIL
Lunes 6 de abril LUNES SANTO Juan 12,1-11: María, tomando una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, ungió con él los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. La casa se impregnó con la fragancia del perfume.
Con este Evangelio, la liturgia nos advierte que
estamos entrando en los días fundamentales de la vida y misión de Jesucristo;
él también lo sabe y nos lo hace saber: “ella (María )tenía reservado este perfume para el día de mi sepultura”
… a mí no me tendrán siempre con ustedes”.
Ante el gesto de cariño y cercanía de María, no
podemos menos que dejarnos interpelar y preguntarnos: ¿cuál será hoy nuestro
gesto de amor para con el Señor?¿cuál será el signo con que vamos a
manifestarle nuestra compañía, nuestro cariño, nuestra compasión?
Jesús nos avisa dónde nos espera hoy: en los pobres.
Jesús ha elegido permanecer para siempre en ellos, por eso les dice a los
discípulos que, si bien ayer el gesto de
María era para con él, hoy nuestros gestos de amor deben ser para con los
pobres, que estarán siempre a nuestro lado, como presencia viva del Cristo
Crucificado.
Si queremos acompañar al Señor en esta semana Santa,
si queremos estar al lado del Señor en su hora de crucifixión, si queremos tener gestos de amor ante la
pasión de nuestro Dios vayamos al encuentro del pobre. Allí habita Cristo Crucificado, Cristo roto,
Cristo solo, Cristo olvidado, Cristo negado… Como María de Betania no perdamos la ocasión de ocuparnos en estos días
de aquél que quiso ocuparse la vida entera de nosotros.
Martes 7 de
abril MARTES SANTO
Juan
13.21-33.36-38 Jesús, estando en la mesa
con sus discípulos, se estremeció y manifestó claramente: “Les aseguro que uno
de ustedes me entregará”.
El martes santo es un día ideal para el silencio y
la escucha, para interiorizar ese
ejercicio de diálogo a cuatro bandas que se da entre Jesús, el discípulo amado,
Simón Pedro y Judas, en una cena trascendental en la que Jesús se encuentra
"profundamente conmovido". El discípulo amado y Pedro formulan
preguntas: "Señor, ¿quién es?", "Señor, ¿adónde vas?",
"Señor, ¿por qué no puedo acompañarte ahora?". Quién, adónde, por
qué. En sus preguntas reconocemos las nuestras. Por boca del discípulo amado y
de Pedro formulamos nuestras zozobras, nuestras incertidumbres.
Judas interviene de modo no verbal. Primero toma el
pan untado por Jesús y luego se va. Participa del alimento del Maestro, pero no
comparte su vida, no resiste la fuerza de su mirada. Por eso "sale inmediatamente".
No sabe/no puede responder al amor que recibe.
Jesús observa, escucha y responde a cada uno: al
discípulo amado, a Judas y a Simón Pedro. La intimidad, la traición instantánea
y la traición diferida se dan cita en una cena que resume toda una vida y que
anticipa su final. Lo que sucede en esta cena es una historia de entrega y de
traición. Como lo fue toda la vida de
Jesús.
Miércoles 8
de abril MIÉRCOLES SANTO
Mateo
26,14-25: “Uno de los Doce, llamado Judas Iscariote,
fue a ver a los sumos sacerdotes y les dijo: “¿Cuánto me darán si se lo
entrego?” Y resolvieron darle treinta monedas de plata. Desde ese momento,
Judas buscaba una ocasión favorable para entregarlo”.
La liturgia del Miércoles santo nos introduce en el
clima dramático de los próximos días, impregnados del recuerdo de la pasión y
muerte de Cristo. En efecto, en la liturgia de hoy el evangelista san Mateo
propone a nuestra meditación el breve diálogo que tuvo lugar en el Cenáculo
entre Jesús y Judas. ¿Acaso soy yo,
Rabbí?, pregunta el traidor del divino Maestro, que había anunciado: Yo les aseguro que uno de ustedes me
entregará». La respuesta del Señor es lapidaria: Sí, tú
lo has dicho. Por su parte, san Juan concluye la narración del anuncio de la
traición de Judas con pocas, pero significativas palabras:
Era de noche. Cuando el
traidor abandona el Cenáculo, se intensifica la oscuridad en su corazón y el
desconcierto se apodera del espíritu de los demás discípulos; también ellos van
hacia la noche, mientras las tinieblas del abandono y del odio se condensan
alrededor del Hijo
del Hombre, que se dispone a consumar
su sacrificio en la cruz.
En los próximos días conmemoraremos el
enfrentamiento supremo entre la Luz y las Tinieblas, entre la Vida y la Muerte.
También nosotros debemos situarnos en este contexto, conscientes de nuestra «noche»,
de nuestras culpas y responsabilidades, si queremos revivir con provecho
espiritual el Misterio pascual, si queremos llegar a la luz del corazón
mediante este Misterio, que constituye la columna que sostiene nuestra fe.
(Papa Benedicto XVI)
Jueves 9 de
abril JUEVES SANTO
Juan 13,1-15 Les he dado el ejemplo, para que hagan lo
mismo que yo hice con ustedes”.
Hoy leemos en el Evangelio el relato de la Última
Cena que Jesús tuvo con sus discípulos y una de las cosas que hizo fue lo que
llamamos “el lavatorio de los pies”. Jesús no vino al mundo exigiendo honores
ni autoridad, sino más bien demostrando humildad y solo deseando revelar el
amor de Dios. Incluso en la noche en que sabía que sería traicionado por uno de
sus discípulos, su principal preocupación fue darle a sus seguidores la
seguridad de que los amaba, a fin de que, confiados en su protección, ellos a
su vez amaran a los demás y compartieran su Palabra.
El corazón de Jesús es el mismo ayer, hoy y siempre.
Nos ama tanto que también nos invita a todos a una cena, en la que recibimos su
Cuerpo y su Sangre. Al participar de este banquete, Jesús viene a cada uno de
nosotros a “lavarnos los pies” de las preocupaciones y manchas propias de la
vida; viene a decirnos que nos ama entrañablemente, a llenarnos de su amor y
enseñarnos que hemos de desear lo mejor que él tiene para nuestros hermanos.
Cristo hoy vuelve a arrodillarse para lavarnos,
amarnos y colmarnos de su amor. ¿Vas a permitirle al Señor que te “lave los
pies” y te reconcilie con el Padre? “Padre
celestial, en tu Hijo Jesús, que se despojó de su condición divina para que
nosotros fuésemos salvados, vemos la inmensidad de tu amor”
Viernes 10
de abril VIERNES SANTO (ayuno y
abstinencia)
Juan 18,1-19.42 Tu
cruz adoramos, Señor, y tu santa resurrección alabamos y glorificamos, pues del
árbol de la cruz ha venido la alegría al mundo entero.
Hoy recordamos el primer Viernes Santo, cuando
nuestro Señor murió crucificado. Es día
de silenciosa contemplación del sacrificio redentor de nuestro Salvador.
San Antonio Gianelli hizo la siguiente reflexión
sobre la Pasión y Muerte de nuestro Señor:
“… A Jesús, la Cruz, no le fue menos querida porque
era demasiado dura y áspera. Él la amó más que a los otros atroces instrumentos
de la pasión, de los que se sirvió el hombre, en su maldad, para matar la Vida
divina. Él predicó la Cruz y la
recomendó a sus seguidores. …
Parece que Él no sabía mirar otra cosa sino la Cruz,
hablaba siempre de ella con los discí-pulos, como de la cosa más importante. Les decía: “Así como Moisés levantó la serpiente de bronce en el
desierto, así el Hijo del Hombre debe ser levantado en la Cruz”.
No teman, agregaba, no teman, que entonces atraeré
todo hacia mí. Amen esta Cruz, ámenla porque no es solamente para mí. Cada uno
debe tener la suya; yo los precedo, sígame con su Cruz, todo aquel que quiera
ser mío. No es digno de mi el que no se aferra a la Cruz.
Salvador
del Mundo Crucificado, nosotros confesamos que fue nuestro pecado el que te
clavó en la cruz, pero acuérdate que quisiste morir porque nos amabas, para
darnos la vida.
Ten
piedad de nosotros y danos tu paz y que tu bendición, como signo de perdón,
descienda sobre nosotros, confirme nuestro propósito de re-abrazar tu Cruz,
instrumento de salvación, de meditar con frecuencia tu Pasión, para morir con
tu nombre en nuestros labios y en nuestro corazón.
Sábado 11 de
abril SÁBADO SANTO
Jesús yace en el sepulcro. Sus discípulos, las
mujeres que le seguían y María, su madre, hoy se unen en oración. Recuerdan su
muerte, experimentan el vacío de su ausencia y a la vez el consuelo de la
esperanza. Un día de dolor y de esperanza.
Durante el Sábado santo la Iglesia permanece junto
al sepulcro del Señor, meditando su pasión y su muerte, y esperando en oración
su resurrección. Es el día de la ausencia. Día de dolor, de reposo, de
esperanza, de soledad. El mismo Cristo está callado. Él, que es el Verbo, la
Palabra, está callado. Después de su último grito de la cruz "¿por
qué me has abandonado"?- ahora él calla en el sepulcro. Descansa: "todo
se ha cumplido".
El Sábado santo es un día de meditación y
silencio. La gran lección es ésta:
Cristo está en el sepulcro, ha bajado al lugar de los muertos, a lo más profundo
a donde puede bajar una persona. Y junto a Él, como su Madre María, está la
Iglesia, la esposa. Callada, como él.
Domingo 12
de abril RESURRECCIÓN DEL SEÑOR
Juan 20,1-9 El primer día de la semana muy temprano,
cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue a visitar el sepulcro. Vio
que la piedra de entrada estaba removida. Fue corriendo en busca de Simón Pedro
y del otro discípulo, el amigo de Jesús, y les dijo: “Han sacado al Señor de la
tumba y no sabemos dónde lo han puesto”.
Al escuchar el Evangelio del domingo de Pascua, nos
podríamos preguntar cómo María
Magdalena y los otros que fueron a la tumba, habían olvidado lo que Jesús había
dicho sobre su muerte y su resurrección.
Los grandes regalos de la Pascua son esperanza y fe.
Esperanza: la que hace que tengamos esa confianza en Dios, en su último triunfo
y en su bondad y amor, que nada puede hacerla vacilar. Fe: la creencia de que
Cristo ha triunfado sobre el mal, a pesar de las apariencias, y que la
Resurrección es el acto definitivo de la historia humana.
Así, celebramos el misterio de la Resurrección, proclamando
nuestra fe y esperanza, y damos gracias por esos dones.
“Proclamamos
le resurrección de Cristo”, dice el Papa Francisco. “cuando su luz ilumina los
momentos oscuros de nuestra existencia, y somos capaces de compartirla con
otros; cuando sabemos cuándo sonreír, y cuando llorar con los que lloran;
cuando acompañamos aquellos que están tristes y en peligro de perder la
esperanza; cuando relatamos nuestras experiencias de fe a los que están
buscando su significado y su felicidad… y ahí, con nuestra actitud, con nuestro
testimonio, con nuestra vida, con nuestra alma, decimos: “Jesús ha
resucitado”..