María, Madre de Dios, es la Inmaculada
Concepción. Esto se debe a que fue elegida por Dios y de Él recibió la gracia
de ser preservada del pecado original.
El Papa San Juan Pablo II dijo:
“El hombre mira la apariencia exterior, el
Señor mira el corazón” (1 Sm 16,7). Y el corazón de María estaba completamente
dispuesto a cumplir la voluntad divina. Es por eso que la Santísima Virgen es
el modelo de la anticipación y la esperanza… En su corazón no hay sombra de
egoísmo: ella no desea otra cosa para ella que la gloria de Dios y la salvación
del hombre. Para ella, el privilegio mismo de ser preservada del pecado
original no es un motivo de vanidad sino de total servicio a la misión
redentora de su Hijo.