sábado, 15 de mayo de 2021


Quinto día de la Novena: sábado 15 de mayo

ORACIÓN INICIAL PARA TODOS LOS DÍAS


Oh Padre, que por tu amor a los pequeños y a los pobres, guiaste a la Beata María Crescencia, por el ca-mino de la humildad y de la sencillez, concédenos, por su intercesión, poder servir a nuestros hermanos más necesitados, con la dulzura de la caridad y la fuerza de la bondad. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén

Quinto día de la Novena: sábado 15 de mayo

EN CRESCENCIA LA ACOGIDA COMO DON DEL ESPÍRITU SANTO
SAN JOSÉ: PADRE EN LA ACOGIDA


La Hna. Crescencia fue destinada a la enseñanza de las niñas del ciclo primario y la catequesis de Primera Comunión en las comunidades de los colegios de Villa Devoto y colegio del Huerto de la calle Rincón en Buenos Aires.
Dedicó su tiempo a la educación de la fe de las alumnas dando testimonio del gran valor de ser reli-giosa.

La vida espiritual de José no nos muestra una vía que explica, sino una vía que acoge. Sólo a partir de esta acogida, de esta reconciliación, podemos también intuir una historia más grande, un significado más profundo. Parecen hacerse eco las ardientes palabras de Job que, ante la invitación de su esposa a rebelarse contra todo el mal que le sucedía, respondió: «Si aceptamos de Dios los bienes, ¿no vamos a aceptar los males?» (Job 2,10).

José no es un hombre que se resigna pasivamente. Es un protagonista valiente y fuerte. La acogida es un modo por el que se manifiesta en nuestra vida el don de la fortaleza que nos viene del Espíritu Santo. Sólo el Señor puede darnos la fuerza para acoger la vida tal como es, para hacer sitio incluso a esa parte contradictoria, inesperada y decepcionante de la existencia.
Imitemos este ejemplo para vivir en este tiempo tan difícil de pandemia. Nuestra fe está siendo pro-bada, por eso podemos imitar a los santos que se entregaron libremente a Dios en su fe y solidaridad a los más pobres.

Jesús habló claramente en el Evangelio de Juan y dijo “El que me ama, guarda mis mandamien-tos”. Es como decir “El amor de Dios es tan grande que El quiere que hagamos lo que le gusta”. Es nece-sario que comprendamos que para querer bien a Jesús debemos hacer lo que Él nos diga.

En el año 1928 la Hna. Crescencia en Pergamino, se despidió para siempre de los suyos. Poco después acompañada por la Madre Provincial viajó a Chile donde murió después de cuatro años.


A pesar de lo mucho que le costó dejar su patria, su familia y su comunidad, ella vio claramente la Voluntad de Dios en las palabras de su Superiora y con gusto aceptó lo que Él le pedía. Ella había dicho: “Por cumplir la voluntad de Dios iría al fin del mundo”.
Vallenar, de aproximadamente 6.000 habitantes en aquel momento, seis años antes había sufrido un terrible y devastador terremoto, que destruyó casi la totalidad de las casas de la población.
A partir de este hecho doloroso, Vallenar entró en un largo proceso de reconstrucción, que se pro-longó durante muchos años
La gran pobreza en que vivían, el dolor de tantas familias sin techo, la soledad del lugar y las enor-mes distancias de otros pueblos, hicieron que se cumpliese claramente el deseo del fundador: "Lleven siempre la pobreza consigo y vayan donde por las dificultades del lugar y por la falta de medios otras Her-manas no pueden ir".

También San José vivió la pobreza y el sacrificio. La obediencia a Dios y a los progenitores es ne-cesaria para nuestra vida espiritual.
Hacer todo lo que Jesús nos dice y obedecerlo cumpliendo los mandamientos.


PRECES:


A cada oración decimos: “Danos Señor manos solidarias.”.

•    Para recibir con un corazón abierto y generoso, a las personas que se encuentran solas, excluidas y marginadas. Oremos…
•    Para brindar una escucha atenta, comprensiva y misericordiosa, a quienes necesitan consuelo. Oremos…
•    Para servir con alegría al prójimo, fieles a las enseñanzas de Jesús. Oremos…
•    Para salir al encuentro de nuestros hermanos más necesitados, sumergidos en la pobreza y en la indigencia. Oremos…

Pidiendo la canonización de nuestra Beata María Crescencia Pérez.

Padre de Jesús y nuestro, que por tu Divino Espíritu haces florecer la santidad en la Iglesia, te damos
gracias por la Beata María Crescencia que te amó con sencillez y te rogamos que la glorifiques,
para que su ejemplo e intercesión sirvan a la extensión de tu Reino y a la multiplicación de las vocaciones a la vida consagrada.
Concédenos, por su intermedio, la gracia que con humildad te imploramos. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

“Corazón de Jesús, por los sufrimientos de tu Divino Corazón, ten misericordia de nosotros”.





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