miércoles, 23 de marzo de 2016


MIÉRCOLES SANTO

Lunes, Martes y Miércoles de la Semana Santa 

Desde el lunes hasta el miércoles santo el Prefacio I de la Pasión del Señor, cuyo tema central es la fuerza de la cruz, propone lo específico de la Pasión cuando explica: “Porque mediante la pasión salvadora de tu Hijo el mundo entero ha comprendido  la manera como debía alabar a tu majestad, ya que en la fuerza inefable de la cruz se manifestó el juicio del mundo y el poder del Crucificado”.

La cruz, así como la pasión, es una realidad ante la cual quedamos sin palabras. Por ello la liturgia la presenta como inefable, pues mostrar la majestad del Salvador y alabarla en lo oprobioso de una muerte en cruz, sigue siendo la manifestación de la misericordia del Padre. Lo que celebramos es un amor que llega al límite, pero sólo en este límite de amor se entiende el texto del prefacio: “Mediante la pasión salvadora de tu Hijo el mundo entero ha comprendido la manera como debía alabar a tu majestad”. Evidentemente nos alejamos de las claves mundanas de interpretación y esto hace del misterio mismo algo inefable.

En estos días de la Semana Santa anteriores al Triduo Pascual, las celebraciones de la misa adquieren un acentuado clima de intimidad, ya sea en las primeras lecturas - con la proclamación de los tres poemas del Siervo, imagen de Cristo sufriente, tomados del profeta Isaías- o en las lecturas evangélicas que recuerdan comidas de Jesús al atardecer: en casa de Lázaro (lunes), y en la última cena (martes y miércoles).

LUNES SANTO. 21 de marzo

Jn 12, 1-11. Muchos judíos creían en Jesús.

En este Lunes Santo, la comunidad cristiana, que se prepara a celebrar la Pascua, puede contemplarse en el espejo de la familia de Betania. Lázaro se ha convertido en un signo vivo y atrayente del poder salvador de Jesús. Muchos judíos se alejan de los jefes de los sacerdotes y hacen profesión pública de fe. Marta se muestra como ama de casa en el banquete que ofreció a Jesús para agradecerle que resucitara a su hermano; mujer de fe, comprometida en el servicio a los demás, dinámica, generosa y hospitalaria, se honra con la amistad y confianza de Jesús. María, la hermana menor, callada y observadora, se pone a los pies de Jesús, que es la postura característica del discípulo.

Lázaro, Marta y María, la familia que acoge a Jesús, son imagen de la Iglesia en la variedad de sus vocaciones. Coinciden, sin embargo en que gozan de la intimidad del Señor, festejan su presencia y su acción salvadora con una comida de acción de gracias y actualizan su muerte y proclaman su resurrección ungiéndole para la sepultura y llenando la casa con el buen olor de la vida.

Los fieles diversifican la acción comunitaria: unos, como Lázaro, son testigos vivientes del poder de Jesús: comparten con Él en situaciones difíciles el riesgo de muerte; por su causa asumen la hostilidad de los poderosos y atraen a muchos a la fe. Otros, como Marta, cumplen con fidelidad y diligencia las responsabilidades en la casa común; con hechos y también con palabras (“Sí, Señor, yo creo”), proclaman la fe. Otros, como María, escogen la mejor parte y hacen de Cristo el objeto exclusivo de sus vidas.

En contraste con estas actitudes, en esta y en las lecturas de los dos días siguientes, aparecen las de Judas, egoísta , calculador, hipócrita y traidor.

MARTES SANTO. 22 de marzo

Jn 13, 21-33. 36-38. A donde yo voy no me puedes seguir ahora.

El Evangelio de hoy prevé una doble traición a Jesús con diferente desenlace: la traición de Judas y la de Pedro.

Ayer el evangelista Juan nos informaba que Judas fue el protagonista de la protesta formulada en casa de Lázaro por lo que consideró un despilfarro de María en la unción de Jesús. Dio un juicio muy negativo sobre el gesto de María: no protestaba porque le importaran los pobres “sino porque era un ladrón, y como tenía la bolsa llevaba lo que iban echando”.

El evangelista nos descubre que, ya antes de la cena, Judas, esclavo de la ambición y la avaricia, había dado cabida a Satanás en su corazón. Ahora, durante la cena surge el terrible momento de sacar a la luz pública lo que todavía estaba oculto en la intimidad. Jesús, tratando de rescatar a Judas, le entrega un trozo de pan untado en señal de amistad. Paradójicamente, el gesto de Jesús precipitó el proceso de alejamiento de Judas. Judas abandona a Jesús y a los suyos: salió inmediatamente. Era de noche.

Una vez que Judas abandona la sala, Jesús interpreta su propia pasión y muerte como un camino hacia el Padre. Pedro no capta el sentido de la marcha de Jesús y no entiende cómo no le puede acompañar en el viaje, por peligroso que sea: “Señor, por qué no puedo acompañarte ahora? Daré mi vida por ti”. El seguimiento del cristiano y la entrega de la vida no entran dentro de las posibilidades humanas sino que son consecuencia de la iniciativa del Padre y de la entrega de Cristo.

MIÉRCOLES SANTO. 23 de marzo

Mt 26, 14-25 El Hijo del hombre se va, como está escrito; pero ¡ay del que va a entregarlo!

El pasaje evangélico de hoy  vemos a Jesús que  avanza hacia la muerte. Él ha dispuesto todo lo necesario para la celebración de la cena pascual, eligiendo el lugar de la celebración en la Ciudad santa. Conforme a lo previsto por él, se reúne con su nueva familia de discípulos; con esta familia inaugurará una nueva alianza sellada con su sangre.

Durante la comida, Jesús explica a los suyos, mediante gestos y palabras, el sentido de un nuevo éxodo, de una nueva pascua, y de una nueva y eterna alianza referidos a su propia muerte.

Él conoce todos los detalles del complot que han tramado sus enemigos para llevarle a la cruz, pero muestra que no son los enemigos quienes llevan la iniciativa, sino que su entrega es voluntaria, en obediencia a un plan de Dios manifestado en las Escrituras. Con pleno dominio de la situación se dirige a los discípulos para anunciarles el destino que le aguarda. Identifica al traidor en tres declaraciones: la primera la hace Jesús “mientras comía”, con dolor y firmeza. Todos los discípulos debieron quedar sobrecogidos y consternados, incluido el traidor. La segunda declaración es respuesta a las preguntas de los once discípulos inocentes. La declaración de Jesús termina con un lamento en el que se pone de relieve la gravedad de la traición. Jesús se entrega libremente, su entrega será redentora; pero el mal es el mal y en la vida no todo vale: hay cosas por las cuales más valdría no haber nacido. La tercera declaración es una respuesta individual a la pregunta del traidor. Éste, para no ser delatado por su propio silencio, pregunta si es él, y Jesús responde sin ambages: “Así es”. Oída la respuesta, el traidor abandonó espiritual y físicamente a Jesús y a su comunidad.

Sin embargo, no podemos olvidar que “En el Año Santo de la Misericordia ella adquiere una relevancia particular. El perdón de Dios por nuestros pecados no conoce límites. En la muerte y resurrección de Jesucristo, Dios hace evidente este amor que es capaz incluso de destruir el pecado de los hombres. Dejarse reconciliar por Dios es posible por medio del misterio pascual y de la mediación de la Iglesia. Así entonces, Dios está siempre disponible al perdón y nunca se cansa de ofrecerlo de manera siempre nueva e inesperada” (MV 22).




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